Guerra y paz by León Tolstoi

Guerra y paz by León Tolstoi

autor:León Tolstoi [Tolstoi, León]
La lengua: spa
Format: epub


- Si las hubiere… - dijo Sonia.

Pero Natacha, ante aquella duda, la interrumpió horrorizada.

- Sonia, no se puede dudar de él, no se puede dudar.

- ¿Él te quiere?

- ¿Si me quiere? - repitió Natacha con una sonrisa de compasión por la poca inteligencia de su amiga -. ¿No has visto cómo escribe, no lo has visto?

- ¿Y si no fuera un hombre digno?

- ¿Él un hombre indigno? Si lo conocieras…

- Si lo es, ha de declarar su intención o ha de dejar de verte. Y si tú no quieres obligarle a ello, lo haré yo. Yo le escribir é, lo diré a papá - gritó con energía.

- ¡Pero si no puedo vivir sin él! - exclamó Natacha.

- Natacha, no te entiendo. ¿Ya sabes lo que dices? Acuérdate de tu padre, de Nicolás.

-No necesito a nadie. No quiero a nadie sino a él. ¿Cómo te atreves a decir que no es digno? ¿Ignoras que le quiero? -

gritó Natacha -. Sonia, ¡vete! No quiero disgustarme contigo, pero ¡vete, por Dios, vete! ¡Ya ves cómo sufro! - exclamó rencorosamente Natacha con voz de enojo y de desesperación.

Sonia se fue llorando a su cuarto.

Natacha se acercó a la mesa y, sin reflexionar un momento, escribió a la princesa María la respuesta que no había podido hallar durante toda la mañana. Escribió brevemente que la incomprensión entre ellas dos había terminado; que

aprovechando la magnanimidad del príncipe Andrés, que al marchar la había dejado totalmente en libertad, le rogaba olvidarlo todo y perdonarla si no se comportaba como él merecía, pero que no podía ser su esposa. Todo aquello, en aquel momento, le parecía muy claro, muy simple y muy fácil.

El viernes, los Rostov habían de marchar al campo. El miércoles, el Conde acompañó al comprador de la hacienda cercana a Moscú.

El día de la marcha del Conde, Sonia y Natacha debían asistir a una gran comida en casa de los Kuraguin y María Dmitrievna las acompañó.

Durante la comida, Natacha encontró otra vez a Anatolio, y Sonia observó que ella le hablaba a escondidas y que durante toda la comida estaba muy turbada. Cuando llegaron a casa, Natacha fue la primera en dar la explicación que la otra esperaba.

- ¿Ves, Sonia? Has dicho muchas tonterías hablando de él - empezó Natacha con voz dulce, con aquella voz que emplean los niños cuando quieren que se les dé la razón -. Hoy nos hemos explicado.

- ¿Y qué? ¿Qué te ha dicho? ¡Qué contenta estoy de que ya se te haya pasado el disgusto conmigo! Dímelo todo, toda la verdad. ¿Qué te ha dicho?

Natacha quedó pensativa.

- ¡Ah! Sonia, si tú le conocieras como lo conozco yo. Ha dicho… Me ha preguntado cómo me prometí con Bolkonski.

Está contentísimo de que sólo depende de mí dejarlo.

Sonia suspiró tristemente.

- ¿Pero no habrás roto con tu novio?

- ¡Quién sabe! Tal vez sí, tal vez todo se ha acabado entre él y yo. ¿Por qué piensas tan mal de mí?

- Yo no, pienso nada; pero no comprendo…

- Espérate, Sonia, ya lo comprenderás todo. Ya verás qué hombre.



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